Cuando somos chicos nos encanta la sensación de tirarnos por el tobogán, esa cosa de dejarse llevar por el impulso por el camino que estamos recorriendo.

A medida que vas creciendo ya no te entusiasma el tobogán, te interesan juegos que son más seguro y estructurados. Y vas perdiendo esa cosa de dejarte llevar, necesitas tener el control todo el tiempo o ser controlado todo el tiempo.
Por eso nos cuesta tanto el dejarnos llevar por lo que sentimos, pensamos y por lo que nos moviliza. Tenemos la necesidad de manejar las cosas, de no mostrar tanta emoción y adrenalina como cuando nos tirábamos del tobogán.
Por eso hoy les digo dejen que las cosas fluyan, porque si fluye, fluye
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